Construyo mi obra experimentando con formas recortadas, independientes y dispuestas de manera coplanar. Si bien cada una de estas piezas cuenta con un soporte determinado, el cual se podría considerar que ha sido concebido bajo una norma poligonal y cerrada, son todo lo contrario. Se proponen como espacio abierto, donde la propia estructura no pueda interponerse ante las posibilidades de su construcción. 

De igual modo, a través de lo inesperado y la propia fluidez, la paleta propuesta se conforma desde el azar. Algunas tienden a una vibración más alta en el contrapunto de los colores, mientras que otras a una vibración más baja en el sentido del temperamento, de la temperatura, de la confluencia de los colores.

Me es muy importante dejar espacio para la intuición. Dejar a que la idea inicial se vaya modificando en el proceso. El azar me resulta honesto. No tener claridad sobre lo que va a pasar es parte de mi proceso y de mi quehacer artístico.

El contexto espacial donde se desplegará la obra más tarde, -esto quiere decir las propiedades visuales y ambientales del lugar donde se expondrá- se presentan como un componente esencial en la percepción de las piezas por parte del observador. La propuesta es que dicho contexto, se despliegue como una potencia renovadora, donde el concepto de unidad entre forma y color interactúen en determinada armonía estructural, cambiándole de esta manera al observador, la relación habitual entre diversas formas geométricas que han sido dispuestas en determinados espacio.

 

Cada pieza se puede percibir en su singularidad, así como también parte de un sistema, de un juego de piezas intercambiables, como si en un momento dado la policromía desarrollada al agrupar en cercanía tres o cuatro piezas conformara una especie de archipiélago geométrico, generando un peculiar efecto multiplicador